martes, 24 de agosto de 2010

Ni el gordito ni el dueño de la pelota: el manco


Poco antes del comienzo del campeonato de primera división de 1906, el legendario arque­ro José Buruca Laforia pasó al club Alumni y dejó su ex escuadra, Barracas Athletic (insti­tución hoy desaparecida), sin un guardametas titular. Ante esta situación de emergencia, Ba­rracas se vio obligado a probar jugadores de campo en el arco, mas como ninguno de ellos se destacó en esa función, la búsqueda prosi­guió con un nuevo candidato para el puesto vacante en cada encuentro del torneo. El 26 de agosto de ese año, los hombres de Barracas debían trasladarse hasta la ciudad bonaerense de Campana —ubicada a unos 60 kilómetros del norte de la Capital Federal— para enfrentar al Reformer, un modesto conjunto integrado por los empleados de un frigorífico. Sin embargo, solamente ocho futbolistas se presenta­ron en la estación de trenes de Retiro para el viaje hacia la cancha rival. A la hora de plantear una estrategia para contrarrestar la desventaja numérica, se le encomen­dó la difícil tarea de custodiar los tres palos a Winston Coe, uno de los socios fundadores del equipo, quien habitualmente se desempe­ñaba como "back" derecho. Pero las tácticas planeadas de poco sirvieron frente al conjunto completo de Reformer, que se adjudicó una contundente victoria por once tantos a cero. Las crónicas de la época elogiaron la labor de Coe, quien a pesar de contar con una deficiencia física evitó que Barracas sufriera una goleada aun más humillante. Y no era para menos, ya que al improvisado arquero ¡le faltaba el brazo izquierdo!