miércoles, 18 de mayo de 2011

Billi no merecía ese final





Billi hizo lo que debía y luce el cinturón con justicia. Otros reparten culpas. (Matias Subat)

Por LUCIANO CARRERA

Neuquén > El calor de la fiebre del sábado por la noche que se vivió en el Ruca Che se va apagando. Como se apagan las broncas. No las responsabilidades. Sin el mismo nivel de euforia que generó el combate con el título argentino de los Medianos en juego, bueno sería que cada uno analice culpas. Y aprenda de lo ocurrido. Para que nunca más se repita.
Billi Godoy se llevó el cinturón a su casa, y ninguna deuda. El centenariense tenía por delante el mayor reto de su carrera, con miles de personas alentando, con la TV trasmitiendo para todo el país. Y mostró lo suyo. Fue muy superior al campeón Claudio Ábalos, saltó suelto al ring, decidido, y casi termina con todo en el segundo round, mucho antes de lo que había prometido.
¿Le faltó pimienta para definir? ¿Claridad? Tal vez. Pero a lo largo de las ocho vueltas fue más que un rival complicado, muy bicho, que intentó siempre llevar a Billi al terreno que más le convenía. Pudo poco. Y el neuquino sacó una distancia en las tarjetas con sus manos que sólo podían impedirle quedarse con el título si Ábalos lo dejaba nocaut. Algo que pasó sin ningún golpe de por medio, gracias a un cabezazo en el inicio del noveno asalto muy difícil de ver como casual. Con o sin intención, esa acción hubiese merecido un duro castigo para un boxeador que ya había sufrido descuento de puntos y muchas, demasiadas advertencias por cómo enredó la pelea.
El árbitro cometió allí un error que arrastró hasta que se fue del estadio. Y le costará caro. Billi no podía seguir, aunque no mostró cuánto lo había lastimado ese frentazo en los primeros instantes. Eso confundió al médico, que le dio el pase, a Guajardo, que ya no sabía cómo arreglarlo, al rincón de Billi, y a la gente. Porque cuando el neuquino sintió los efectos de la lesión en su nariz le costaba mantenerse en pie pero el combate no tenía vuelta atrás, y cayó en desgracia. En un final injusto con un deportista que merecía cumplir su sueño. El árbitro se metió solito en un lío que construyó con sus malas decisiones, y que sumó protagonistas.
El cierre de la pelea fue triste. Muy triste. Antes del KO resuelto por Guajardo con el noveno round terminado ya habían volado varias botellas sobre el ring. Y lo que pasó después hizo todo peor. Nadie dejó de apuntarle sus dardos al arbitraje, el mayor responsable. Pero no se puede explicar cualquier reacción a partir de ello. No hay manera. Pocas horas después, en La Bombonera, en otro duelo caliente, con mucho en juego, pasional como pocos, un equipo se sintió perjudicado por el árbitro. Pero no hubo escándalo. Nadie entró a apurar a Loustau. Ni se cambió una decisión incorrecta, muy desacertada, que hubiese generado una gran injusticia, por miedo a lo que podía pasar.
En el boxeo no hay alambrados porque los que van a disfrutar del deporte tienen claro que la pelea es arriba del ring. Con reglas. Más de un espectador no entiende del todo cómo un boxeador puede tratar de noquear al otro durante media hora, y apenas suena la campana se funden en un abrazo. No siempre pasa, pero es muy común ver esa escena. El propio Billi charló con Ábalos un largo rato mientras Guajardo buscaba las tarjetas. Los protagonistas saben que con los guantes puestos tienen un objetivo, con reglas que no pueden romper. Los de afuera, deberían imitarlos. Guajardo, muy probablemente, no vuelva a Neuquén. Ojalá. Pero si Billi Godoy sigue con su ascendente carrera el del sábado no será el único título que se dispute en el Ruca Che. Ojalá. Que el castigo por el comportamiento de algunos no sea severo. Y que aprendamos. 


DLMN